Las coaliciones, alianzas, frentes o partidos
instrumentales, son viables y efectivas cuando se piensa y se logra que la suma
de sus integrantes y electores tendrá un efecto multiplicador en las
elecciones, o sea que habrá una sinergia política, que permitirá alcanzar más votos y escaños, al nivel que sea.
¿Qué ha pasado entonces desde la alianza electoral de Podemos e Izquierda
Unida? Unidos Podemos ha obtenido menos escaños que cuando se han presentado
por separado, no sólo en las últimas elecciones nacionales, sino también ahora
en Andalucía. Probablemente, sus programas por separados tienen mucho en común,
y existe una gran afinidad ideológica y afectiva entre sus dos máximos
dirigentes, pero entre su membresía y simpatizantes hay diferencias.
Muchos, dentro de ellos yo, vemos que la
alianza y participación de Podemos e IU en las elecciones, como un bloque
único, ha sido percibido por muchos como un escoramiento de Podemos hacia la izquierda,
desmovilizando a parte de su electorado inicial por abstención o regreso al PSOE, ahora de Pedro Sánchez. El efecto esperado fue mal
calculado, no multiplica, y ni siquiera suma. La membresía y electorado de Izquierda
unida, es militante e ideológicamente homogénea y coherente; y no pocos, ya sea
por temor a ser absorbidos por Podemos como partido, o por desconfianza o por
vanidad, no aprueban esa alianza.
Si vamos a Podemos, resulta que sus electores,
están muy segmentados dentro del factor común de la indignación y la decepción
por los partidos políticos y la política tradicional; son muy
heterogéneos por su extracción social e ideológica. En sus orígenes, y en mucho
hasta hoy, son ciudadanos procedentes de los más diversos sectores sociales,
que sufrieron en carne propia o cercana la crisis; que vieron frustrados sus
sueños y sus carreras profesionales, laborales, o de emprendedores; que
perdieron sus empleos o negocios; gente que perdió su estatus social, y se vio
arrojada de golpe a la precariedad; gentes que perdieron sus ingresos bancarios
o su vivienda; jóvenes y menos jóvenes que tuvieron que replegarse al hogar
familiar, renunciando a su independencia, y/o que tuvieron que solicitar ayuda
familiar para sobrevivir; en fin, gente machucada y marcada por la crisis. Toda
esta gente marginada por la crisis, abandonada a su suerte, se indignó contra
el gobierno de turno, contra los políticos y partidos tradicionales. El 15M,
que surgió como un movimiento civil espontaneo, de la calle, se transformó
gradualmente en un partido (Podemos), muy peculiar, para poder acceder y hacer
política también desde las instituciones del Estado. Y digo peculiar, porque es
un partido instrumental de por sí, por la composición y aspiraciones
transversales de su electorado; y por la exigencia participativa de su
membresía en la toma de decisiones.
Podemos, no puede abstraerse de esa
realidad que le dio origen; y siempre tiene que estar reinventándose, para no
perder su esencia. Podemos encarna la decepción, la desconfiada de todos y en
todo, y la exigencia de protagonismo político, a partir de una nueva mentalidad
democrática que responde al “no quiero que me representen, quiero representarme
yo"; "no quiero que voten y acuerden por mí, no, quiero hacerlo yo”. Tanto en su
composición como en su dirección, predomina una juventud apasionada, llena de
energía y deseos; pero este partido no lo fundó una sola persona, sino un grupo
de jóvenes, con mucho aval teórico universitario, pero sin experiencia política
previa. El grupo inicial se siente fundador, de igual a igual, y algunos no
aceptan las reglas de la democracia, donde al margen de la razón o no, la
minoría ha de subordinarse a la mayoría y a la disciplina, que ello demanda,
aunque esté representada en los órganos de dirección.
Ese espíritu contestatario y rupturista de
Podemos y sus dirigentes y seguidores contra el anquilosamiento y cdescomposición la política tradicional, su falta de unidad ideológica, y de una disciplina vertical partidista
tradicional propia de otros partidos tradicionales, hace la conducción y
supervivencia de Podemos muy compleja, pues desgraciadamente no todos están a
la altura. A todos los une un programa común, y un sentimiento democrático
participativo, que los hace más democráticos y diferentes; sin embargo, esa
heterogeneidad y el sentido equivocado de la democracia partidista de algunos,
los hace frágiles, vulnerables e inestables, ante tanta ambición de protagonismo de sus líderes fundadores; y eso pasa factura dentro de su electorado. Para
que exista un partido, no sólo debe haber un programa; también un orden y una
disciplina, por muy democrático que sea, de lo contario es un caos, o en
el mejor caso, un grupo de anarquistas. Democracia y anarquía, son
antónimos.
El desespero o ambición personal de
Errejón, al saltarse a la torera la disciplina y la dirección nacional de
Podemos, o de equívocamente trasladar el ambiente de auditorio, de foro
universitario, de discusiones teóricas, intelectuales a la política, no deja
de ser una gran irresponsabilidad, que ha puesto en riesgo no sólo la propia
existencia de Podemos, sino el futuro de la izquierda madrileña y el desenlace
electoral, a sólo escasos meses de las municipales y autonómicas. Nada lo
autoriza a saltarse el mandato, como si fuese un candidato independiente o un
partido independiente. Si es lo que quiere,
que lo haga desde fuera de Podemos. No es la primera vez, que Iñigo
promueve mediáticamente, acciones para imponer sus criterios. Sin embargo ya el
mal está hecho, y en nombre de la izquierda hay que encontrar una salida.
Hablando serenamente, creo que la idea en
sí, de ir todos a las autonómicas bajo la marca Madrid Carmena o Mas Madrid no
es mala, porque los partidos tienden a ser excluyentes, porque sus direcciones están
obligados a tomar posición en determinadas circunstancias y situaciones, y eso
puede excluir a mucha gente. Creo que al final la izquierda sumaría votos y
escaños. La decisión unilateral, no consensuada de Errejón exige una
respuesta disciplinaria, y en principio debería ser excluido de la dirección
de Podemos, pero no se puede sancionar el resultado de las próximas elecciones,
en Madrid y en todo el país. Particularmente pienso, que lo más importante
para la izquierda y a quienes representan, es llegar al poder y recuperar o
avanzar en los cambios sociales. Las siglas, los partidos, son un vehículo para
participar activamente en la vida política, pero no la razón de ser. En mi
opinión, la dirección nacional de Podemos está obligada moral y
responsablemente, a pedir el voto de Podemos a Mas Madrid, y apoyar su candidatura;
obviamente, sobre la base de la negociación previa de un programa, y lista.
Ahora mismo, Podemos podría estar implosionando, podría fraccionarse y dejar de ser un partido nacional. Necesita tiempo para reorganizarse y reinventarse después de las elecciones municipales y autonómicas. La prioridad hoy, es lograr que la izquierda se presente unida a las elecciones y llegue al poder. En muchas comunidades la marca Podemos no es mayoritaria dentro de la izquierda, aunque si sus primos hermanos, las Mareas, Compromís, y Podemos en común. Tal vez es la hora de que Podemos se replantee sus objetivos, y sin renunciar a su idea de partido, trabaje más por la unidad de la izquierda, con el mejor candidato al frente, sin importar las siglas. Podemos dio forma y alma política a un movimiento civil, contestatario; y alumbró el camino al resto de la España inconforme, para organizarse y luchar por alcanzar el poder político. Su mérito y papel es incuestionable, y por eso no puede ir contra su esencia fundacional. En mi opinión, debe priorizar su función de coordinador de las izquierdas, desde una junta donde estén representadas todas las izquierdas en proporción a sus electores o afiliados, bajo un programa mínimo común, y con candidatos comunes.
Ahora mismo, Podemos podría estar implosionando, podría fraccionarse y dejar de ser un partido nacional. Necesita tiempo para reorganizarse y reinventarse después de las elecciones municipales y autonómicas. La prioridad hoy, es lograr que la izquierda se presente unida a las elecciones y llegue al poder. En muchas comunidades la marca Podemos no es mayoritaria dentro de la izquierda, aunque si sus primos hermanos, las Mareas, Compromís, y Podemos en común. Tal vez es la hora de que Podemos se replantee sus objetivos, y sin renunciar a su idea de partido, trabaje más por la unidad de la izquierda, con el mejor candidato al frente, sin importar las siglas. Podemos dio forma y alma política a un movimiento civil, contestatario; y alumbró el camino al resto de la España inconforme, para organizarse y luchar por alcanzar el poder político. Su mérito y papel es incuestionable, y por eso no puede ir contra su esencia fundacional. En mi opinión, debe priorizar su función de coordinador de las izquierdas, desde una junta donde estén representadas todas las izquierdas en proporción a sus electores o afiliados, bajo un programa mínimo común, y con candidatos comunes.
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