Siempre quise un gobierno de
izquierda y progreso, PSOE-Podemos, en ese orden, por considerar que esta sería
la fórmula de izquierda de mayor apoyo, aceptación y la mas oportuna para España;
porque al margen de la politiquería barata y del miedo, nadie honrado y en su sano juicio, pondría en duda el apego del PSOE al modelo europeo occidental. Se
hubiese logrado un equilibrio entre experiencia e ímpetu, entre lo conservador
y lo más fresco. Una coalición que trataría de cambiar la política de
austeridad y de recortes sociales, por el de estímulo a la economía y el
aseguramiento de los derechos básicos sociales; que trataría de reducir o al
menos parar, el crecimiento del abismo social a favor de los más ricos y
poderosos; y que trataría de regenerar la democracia.
Tal vez por todo esto, mi entusiasmo
me llevó a sumarme a los pronósticos demoscópicos. Hoy, días después del 26 de
junio, cabe una reflexión serena desde la izquierda, sin toques de arrebatos y
de enfrentamientos internos buscando un culpable interno. Cosa que pretende y amplifica
intencionalmente la prensa de derecha.
¿Se equivocaron las empresas
demoscópicas? ¿No resulta sospechoso la coincidencia de todas las encuestas, con
independencia de la fuente? Vamos a partir del supuesto de que estas encuestas
y su lectura fueron manejadas con honradez y seriedad, al margen del color
político. ¿Qué sucedió entonces? Para esta segunda vuelta se esperaba que fueran
castigados los dos partidos que “intentaron” y fracasaron en formar gobierno; y así sucedió. Los
electores de izquierda, vieron al PSOE como el verdadero responsable de que no
hubiese ya un gobierno de izquierda; y muchos de centro derecha, se sintieron decepcionados
de Ciudadanos y su líder, ante tanta ambigüedad y oportunismo, y regresaron o reorientaron
su voto al PP.
En el caso del PP y de Unidos
Podemos, no se cumplió el vaticinio. Hubo de ocurrir algo en la última
semana, que hiciera posible que el PP obtuviera más votos y escaños, y que Unidos
Podemos se quedara en el mismo número de escaños de la primera vuelta a pesar
del anunciado “sorpasso”. Aquí influyeron muchos factores.
Primero, el PSOE se sumó abierta e incisivamente
a la política del miedo a un Gobierno de Podemos. Todos convirtieron a Podemos en el enemigo común
a batir, y lo arrinconaron en la izquierda comunista y radical ante la vista de
los electores, que fue facilitada por la unión electoral
de Podemos e Izquierda Unida. Toda la prensa y políticos de derecha le hicieron el juego al “sorpasso”
de Unidos Podemos, porque sabían que eso dividiría y enfrentaría a la izquierda.
Lo lograron. No creo que la unión Podemos –IU haya sido un error, pero si fue
inoportuna
Segundo, el Brexit, aparentemente
ajeno, produjo un efecto dominó sobre el miedo, multiplicándolo. Se creaba un antecedente
de salida de la Unión Europea que asusta a todos; este, que alienta
nuevamente a los partidarios para la salida de Escocia del Reino Unido; a
su vez daría nuevas fuerzas al movimiento independentista catalán. Por otro
lado, ya en el plano económico, peligra la débil recuperación económica de la
UE y de España. Se prevé una mayor ralentización de la economía, y una mayor duración
de la crisis, al margen de lo acertado o no de la política de austeridad.
Tercero, coincidencia o
intencionalidad, los dos últimos programas televisivos electorales (con Susana
Rizo y con Pablo Mota) le correspondieron al PP; donde Rajoy lució bastante
bien, humano, simpático, bromista, seguro. Las últimas imágenes de campaña
electoral, son casi decisivas para movilizar el voto de los indecisos
Todo esto en su conjunto, llevó a la movilización
del voto de los indecisos, se reorientó parte del centro hacia el PP; hubo abstención
y desmovilización de votantes del PSOE; y también de Podemos, que apostaban a
la transversalidad.
Partiendo del supuesto de que no
habrá tercera vuelta electoral, y al margen de los resultados, creo que en el
contexto económico actual, la izquierda se desgastará menos, y podrá, si se
une, ejercer una oposición activa y madura, que obligue al PP a negociar para
poder gobernar y legislar
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