En España lo
que más suena y acapara medios es el problema catalán, que ha llevado a un
plano casi imperceptible la corrupción y la desigualdad social que se esconde
tras la recuperación económica actual; y que ha venido también a desplazar la constante
alusión a Venezuela (tal parece la provincia de ultramar de España) por los
medios de difusión (los de aquí no son presos políticos, los de Venezuela sí).
El otro tema, muy de moda hoy en día, es la ruso fobia (cuando no hay enemigo,
hay que inventarlo) Ahora resulta, que los rusos y el Kremlin, sin distinción, son
los que manipulan y definen todas las elecciones en el mundo. Como chivo
expiatorio no tienen precio, eh! El abanderado de esta campaña en España es el
País
El problema
catalán es muy complejo, y aunque se salga de esta crisis institucional
nacional, volverá a reaparecer cada vez que haya crisis, y en mayor dimensión
mientras sigan en el poder los miopes del PP. Realmente existe un sentimiento
independentista, sustentado en diferentes acontecimientos históricos: guerras
vinculadas a la sucesión al trono en España, que terminaron en enfrentamientos nacionales;
la declaración de independencia durante la república, para supuestamente evitar
la llegada del franquismo a Cataluña; y la reacción mediática y política
catalana ante la supresión de algunos artículos del Estatuto de Cataluña
(es como una constitución autonómica) por el tribunal supremo, a instancias del
PP. Más recientemente, solicitaron el mismo tratamiento fiscal que tienen los
Vascos y Navarra (al que habían rehusado en su momento), y les fue negado, por
la causa que sea. Este sentimiento ha sido y es cultivado en la prensa local
catalana y en las escuelas con toda intención. La crisis económica no superada
aún para los de a pie, potencio ese sentimiento, estimándose de un 43-47 % los
partidarios de la independencia. No hablamos de un grupito de intelectuales o
burgueses, o extremistas de izquierda. Sea bajo las condiciones que sea, y
de la mano que sea, el movimiento independentista es legítimo, pero
no lo suficientemente convincente hoy, como para declarar la independencia
por cualquier vía. Obviamente, creo que es un problema muy serio como para
aceptar un 50+1, y siempre habría que negociar los por cientos y las preguntas.
Como demócrata, creo que si se dieran esas condiciones habría que pactarla y
aceptarla, aunque no veo a Cataluña fuera de España, ni a España sin Cataluña.
Los
independentistas catalanes han insistido una y otra vez en unas elecciones
plebiscitarias, y en un referendo por el derecho a decidir, que en teoría sólo
sería posible si se modificara la constitución del 78, que refrenda que la
integridad territorial radica en el pueblo español; es decir, el referendo
tendría que ser votado por todos los españoles. La base de cualquier democracia
verdadera, descansa en el sufragio universal directo y secreto para la elección
de todos los cargos y poderes públicos importantes, y para la aprobación de la
constitución; que hasta que no se modifique o cambie, rige toda la vida
política, jurídica, económica y social de una sociedad en un periodo
determinado. El gobierno, el PP y Ciudadanos, y el PSOE por pasiva, se han estado
escudando detrás de la constitución, sin ofrecer nada a cambio; ni siquiera la
modificación del modelo de autonomía, en busca de un nuevo encaje con mayor
aceptación por parte de los nacionalistas; y digo nacionalistas porque no todos
son independentistas. Estos partidos constituyen la mayoría en el Congreso y en
el Senado, deciden; y esas son las reglas de la democracia; lo contrario es la
anarquía y el caos.
Obviamente, se
produjo lo que ya muchos previmos, un choque de trenes, porque en ningún
momento se abrió una línea alternativa para la negociación. Ambos se
posicionaron en los extremos. El gobierno y el parlamento catalán, con una
prisa y desespero infundado e irresponsable, pues no se dan en Cataluña ninguna
de las condiciones y características usualmente existentes entre una colonia y
una metrópoli que pudiesen llevar a un pueblo a saltarse la legalidad, se lanza
a la empresa de un referendo ilegal, y a la aprobación de una ley de
desconexión de España. Con sólo la argumentación nacionalista de “España nos
roba”, y usurpando la representatividad de una mayoría que no votó por
ellos,(aunque tuvieran mayoría de escaños), el gobierno y el parlamento catalán
institucionalizan el rompimiento de la sociedad catalana, y retan al gobierno.
Claro que el
gobierno no iba a cruzarse de brazos, teniendo de su lado la constitución y el
apoyo del PSOE y Ciudadanos. Se dieron orientaciones expresas para confiscar
urnas y boletas antes del día del “referendo”. Hasta ahí bien, pero también le
ordenaron a la guardia civil no permitir que abrieran los colegios electorales.
¿Acaso alguien pudo pensar en que no hubiesen enfrentamientos? Ante la resistencia
en algunos colegios, hubo violencia y represión. Policías vestidos de uniforme,
y con órdenes expresas, tenían que tratar de hacerlas cumplir. Por suerte
fueron casos aislados y no hubo muertos. Otra justificación más al
independentismo, por la torpeza y falta de visión del gobierno. Se acudió al
supremo para ilegalizar las actuaciones del gobierno y del parlamento catalán;
y se llevó al senado la aprobación de la aplicación del 155; es decir, la intervención
parcial o no de la autonomía.
La disolución
del gobierno de Cataluña fue acompañada de la convocatoria inmediata de
elecciones autonómicas para restablecer la normalidad democrática (una jugada
maestra), que neutralizó muchas reacciones y quitó yerro a la intervención. Era
de esperar que los actores principales fuesen llevado ante las leyes, pero hubo
sobreactuación y falta de visión política por parte de la jueza, en el caso de
los ex miembros de gobierno enviados a
prisión sin fianza (los otros se fueron para Bélgica, y ya se solicitó su
extradición). Con una fuerte fianza, retiro del pasaporte, y una vez juzgados,
la multa y la invalidación para ocupar responsabilidades políticas por un
tiempo, hubiera sido suficiente. Hoy son víctimas, y una nueva razón para los
independentistas
La aplicación del artículo 155 y la convocatoria a
elecciones el próximo 21 de diciembre, frenó la desbocada independentista pero
no es la solución. Ha hecho sólo un alto, y permitiría
ganar tiempo a favor de los partidos constitucionalistas y de la población no
independentista, sólo si lo saben aprovechar. Estas elecciones no dejan de
ser un referendo plebiscitario, aunque no lo llamemos así. El 21 de
diciembre, de todo seguir igual, los independentistas podrían ganar esta vez con
respaldo en votos; y entonces cabría preguntarse, y si ganan, ¿se aplicaría de
nuevo el 155? ¿Qué haría el gobierno central? ¿Cómo reaccionarían los lideres
independentistas y sus electores con la legitimidad real de los votos? Si no hay propuestas concretas y tentadoras
que satisfagan a un sector nacionalista que no necesariamente es
independentista, podría hacerse realidad.
Desgraciadamente,
los resultados de la comisión parlamentaria creada a solicitud del PSOE para tratar
de encontrar un nuevo encaje para Cataluña, ajustando el modelo autonómico, no
llegarán a tiempo; y las declaraciones de líderes del PP, no nos dan ninguna
esperanza. Antes del 21/12, hay que
abrir una vía de negociación abierta o lanzar una declaración pública con el compromiso
del gobierno y de los partidos no independentistas, a modificar el modelo de
las autonomías, y propiciar un nuevo encaje fiscal, máxime si las cifras económicas
macro revelan una recuperación económica. La modificación de la constitución
para permitir el derecho a decidir (a la Escocesa o canadiense/Quebec), es más
compleja y más a largo plazo, mientras haya un gobierno de derechas, y un
Unidos Podemos que la vincule con una reforma general a la constitución; que
aunque es necesaria, dilata mucho la solución definitiva al problema catalán.
Por otro lado,
no creo que los independentistas hayan calculado bien el caos y el retroceso económico
(al menos por un buen tiempo) que representaría para Cataluña una declaración unilateral
de la independencia. La parte de la población que los sigue, y creo que tampoco
la población pasiva o que piensa diferente, han entendido la verdadera repercusión social,
las serias afectaciones que habría en su nivel de vida. Nos guste o no, discrepemos o no, Europa aceptó y apoyó el desmembramiento
de Yugoslavia, porque era terreno de nadie, y la prefería divida y sin riesgo.
Este no es el caso de España y Cataluña. España y la Unión Europea (con
problemas latentes de nacionalismo, y de movimientos independentistas), castigarían
fuertemente a Cataluña, para desanimar cualquier otro intento dentro de la Unión. Doblegarían
la voluntad de los independentistas catalanes, como doblegaron la voluntad de
izquierda de Tsipras en Grecia. De
entrada, una república catalana por vía unilateral, sería declarada fuera de la
UE, y del euro, encareciendo todas las exportaciones. Muchas producciones
catalanas perderían sus mercados tradicionales; y muchas empresas emigrarían no
sólo social, fiscal, sino también físicamente, al ver disminuidos sus
beneficios, y poderse acoger a los estímulos del gobierno de Madrid; y en
primer lugar se irían los bancos, que perderían el acceso a los beneficios del
BNE y el BCE. Se paralizarían las inversiones. Se dispararía el desempleo y la inflación; se devaluaría la moneda
catalana una y otra vez; y caería el nivel de vida; emigrarían muchos
profesionales y trabajadores acogiéndose a su ciudadanía española. Hoy, en
Cataluña hay mucha opulencia en contraste con el crecimiento de la precariedad
y la carestía de la vida. El desgobierno social de estos últimos 5 años, bajo los
gobiernos de la burguesía catalana (CiU, después CDC (ahora PDeCat) con Esquerra
republicana de Cataluña) han profundizado esta brecha, que se ahondaría aún más
en caso de una declaración de independencia unilateral; y como siempre, los que
viven al día, los que no tienen un colchón, asumirán el costo mayor
No sé si se puede esperar racionalidad, pero me
quedo con la esperanza de que en algún momento pueda aflorar el sentido común,
y se imponga el diálogo y la cordura
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