Evidentemente, Podemos
fue el gran perdedor de las municipales y autonómicas. Llámese Unidas Podemos,
las Mareas en Galicia, Zaragoza en Común, Adelante en Andalucía con la
excepción de Cádiz, o los Comunes en Barcelona, etc., la debacle fue
generalizada. Incluso Compromis en Valencia comunidad y ciudad, perdió
concejales respecto al 2015. Podemos pudo haber desaparecido de la actualidad
política española, como UCD, CDS y UPyD pero no, porque aunque perdió escaños
en el Congreso (de 71 a 42) y en el Senado (de 16-5 sino no fuera por la concesión
del PSOE) aún tiene representación legislativa e influencia en el Congreso, y puede rentabilizarlos, si juega bien sus cartas. Sin embargo, los resultados exigen mucho análisis y reflexión, y toma de decisiones de calado
Suenan campanas llamando
al degüello, se publican alegatos de resentimiento contra la dirección nacional
de Podemos y Pablo Iglesias; se dan renuncias de directivas enteras y
personalidades de Podemos en los territorios, y no faltan críticas,
justificaciones, y argumentos desde todos los lados.
En mi opinión, lo
sucedido se podría explicar desde antecedentes tan “lejanos” como de carácter fundacional,
y desde el punto de vista estratégico, previo y durante la campaña electoral.
Algo de todo esto lo he estado señalando en este blog, desde las anteriores elecciones
generales.
Podemos, y fíjese que
digo Podemos y no Unidas Podemos, después de las primeras elecciones europeas
(2014) en las que obtuvo 5 escaños, decidió no trabajar inmediatamente para
participar en las municipales y autonómicas del 2015, porque no tenía
estructura, ni cuadros en los territorios y no quería correr ningún tipo de
riesgo hasta las generales; lo que no dejaba de tener su lógica. Pero el
movimiento de los indignados, machucados y marginados por la crisis, no era exclusivo
de Madrid; y el modelo Podemos terminó replicándose
automáticamente en los territorios, pero con marca propia e independencia. La
respuesta de la dirección nacional de Podemos, fueron las Confluencias para las elecciones del 2015, a la que se
incorporaron otros partidos de izquierda, ecologistas, nacionalistas, etc. Que en
su conjunto dieron la mayoría para dar a luz a los Ayuntamientos del Cambio.
Después
de las municipales, la dirección de Podemos ha tratado de crear y consolidar
organizaciones de base en los territorios, pero ya era tarde; ese espacio estaba
cubierto, y su insistencia sólo ha servido para fraccionar aún más a la
izquierda y al movimiento alternativo de izquierda. La solución era asumirlo, tomar la iniciativa, y propiciar en ese momento
la constitución de un partido y dirección federal, donde estuviesen
representados en igualdad de derechos todos los territorios y movimientos
afines; una organización con un núcleo de programa común para todos, a partir
del cual en cada lugar se podrían incorporar sus problemas y soluciones muy
propias; y donde se reconociera la independencia y representación de esas
organizaciones en los territorios; y a su vez estas aceptaran la función coordinadora, organizativa y
representativa de la dirección nacional de Podemos. En los ayuntamientos se
pueden y se hacen cambios, pero los cambios de gran alcance, de carácter trascendental
para la sociedad española, se hacen en Madrid; y era y es imprescindible una vertebración
nacional de Podemos y afines a nivel nacional, con una cara visible y un
liderazgo. Los partidos locales, sean de la ideología que sea, no pueden
prescindir de una buena representación y apoyo en la capital.
Después de las
elecciones de 2015, en Madrid, Barcelona y otras importantes ciudades donde
ganaron las confluencias (estos movimientos a los que apoyó la dirección
nacional de Podemos, visualizándolos a nivel nacional, movilizando a sus
simpatizantes a votar por ellos), por lo
general terminaron volviéndose arrogantes y exigentes, se constituyeron en
partidos independientes, y se presentaron a estas elecciones en solitario. La
mayoría cortó lo que quedaba de cordón umbilical con Podemos.
Los malos resultados por
venir, eran más que predecibles. Las confluencias dejaron de serlas, y todos se presentaron por separado,
divididos, a lo que sumó más paja los enfrentamientos entre Iñigo y Pablo
Iglesias, y la falta de tacto de Carmena, que terminaron en la implosión de
Podemos en Madrid y una gran repercusión nacional, al arrastrar con ellos a otros
líderes de Podemos que renunciaron a sus cargos de dirección y/o
representación. ¿Quién tendría fe en unos dirigentes, en un movimiento o
partido, donde la rivalidad por el liderazgo está por encima del sentido común, y de los ideales
de cambio y mejora social? Esta situación, en su conjunto, terminó decepcionando
a mucha gente de izquierda, que finalmente no votó, se abstuvo (también por errores
políticos en la mayoría de las alcandías del cambio), o le dio el voto útil al
PSOE ante tanta atomización e incertidumbre.
Después del golpe partidista
de los Barones socialistas a Pedro Sánchez, y su resurrección, las bases del PSOE se empezaron a
animar e ilusionar al igual que antiguos simpatizantes, que decepcionados se habían
abstenido en las elecciones de la pasada legislatura, o habían migrado a
Podemos o Ciudadanos. La Moción de censura proyectó de nuevo al PSOE como
partido de gobierno, permitiéndole hacer y/o que se aprobaran, decretos ley y
leyes de contenido social, detrás de las cuales estuvo la exigencia e
insistencia de Unidas Podemos, pero que finalmente ellos se llevaron todo el rédito. Esa fue la mejor campaña electoral del PSOE. Sin la moción
de censura, los resultados electorales también hubiesen sido otros; pero también
porque Ciudadanos (Cs) en su batalla contra el PP para erigirse en la oposición
de derechas, abandonó el centro, y esto también benefició al PSOE.
También benefició al PSOE, el hecho de que
Podemos se hubiese escorado muy a la izquierda. El movimiento de los
indignados era de izquierda, en cuanto promovía y exigía cambios sociales,
protección social, progreso social, y se cuestionaba a los partidos y política
tradicional en los que no se veía representado, por el contrario; pero en su
composición social era transversal. Había gente de todos los sectores, clases y
grupos sociales. Como todo movimiento social que surge y se desarrolla producto
y durante una crisis, comenzaría a menguar en cuanto se ha ido rebasando la crisis.
El momento de radicalización fue en sus inicios; lo razonable, lógico, y
estratégico después, era fortalecer su transversalidad en la medida en que se superaba
la crisis y la crispación, aunque los de más izquierda fueran o regresaran a
Izquierda Unida. Ese era un voto seguro, agrupado en IU. La izquierda para triunfar, llegar al poder, no puede desarrollar un
espacio político, y abandonar otro. Unidas Podemos como confluencia o
bloque electoral para las elecciones, me pudiera parecer bien en última
instancia, pero hasta ahí. Los dos deben recuperar su espacio natural, aunque
haya cooperación y coordinación en determinadas cuestiones. Mucha gente de
centro abandonó Podemos, no sólo por las divisiones, sino también porque dejó
de verse representado en él; igual ha pasado con simpatizantes de Izquierda
Unida, que tampoco se ven representados, sino más bien absorbidos. Ya he dicho en
otra ocasión, que esta unión no suma, por el contrario. Ambos trabajan con el
mismo “segmento de mercado”, lo que priva a Podemos de la posibilidad de
abrirse a otras fuerzas y grupos sociales, que también quieren cambios, y
progreso social, sin ser comunista.
Por último, y no menos
importante, la incorporación tardía de Pablo Iglesias a la campaña electoral, por
la causa o justificación que sea, puso en peligro las generales, que salvó el
mismo con su participación madura, serena, equilibrada, educada y bien
argumentada, durante los dos debates televisivos electorales. Sin embargo,
cuando todo parecía ir a mejor, y Pedro Sánchez evitaba temas escabrosos que pudieran
comprometer los resultados, Pablo tuvo que tirarse en la piscina con el tema de
la donación de Amancio Ortega. ¿Era tan importante, tan urgente, llevar ese tema
a la campaña electoral? ¿Era tan incuestionable la mala actitud de Ortega, que
había que denunciarla, porque además ayudaría en los resultados electorales? En
primer lugar, no era el momento, ni el tema era tan perentorio; y en segundo
lugar, la forma en que se dijo, se argumentó o se publicitó puso en cuestión el
humanismo de Podemos aunque no fuese su intención. Se cargaron a todos los enfermos
de cáncer y sus familiares, y mucho más ¿A quién se le ocurrió? Pero ya que salió
el tema, me explico. Está claro que la Salud pública, la calidad asistencial,
la calidad de los equipos de diagnóstico y quirúrgicos, etc., son responsabilidad
exclusiva del Estado, y para ello contribuimos; pero el que quiera donar en
equipos o en dinero, para contribuir de alguna manera en algunos territorios,
bienvenido sea, siempre que no sea para lograr bonificaciones o exención de
impuestos por valores superiores, u otras prebendas; y no se convierta en una
práctica que tape ineficiencias en la gestión pública de la salud o supla la
responsabilidad del estado. Pero en cualquier caso, querido Pablo, si en política
no se debe decir mentiras, si se debe saber callar verdad, tu verdad, sino rentabiliza
votos.
Las victorias nos
vuelven arrogantes cuando no las sabemos manejar, pero los errores y fracasos han
de hacernos más humildes y sabios. Aún hay vida y mucha experiencia acumulada, y la dirección
de Podemos y las bases tienen ahora la palabra. Si no se había hecho antes, este es el momento de plantear la
refundación de Podemos, su refundación desde una concepción federalista, con
nuevos estatutos, órganos, y un programa y estrategia más transversal. En este
momento de sabor amargo por la derrota, la dirección de Podemos tiene que iniciar ya conversaciones, buscar
consensos y tomar acuerdos para la fusión en cada territorio de las bases de
Podemos y partidos y movimientos afines, sin imposiciones, sin ganadores ni
perdedores, con sus nombres locales o territoriales (incluyo a Mas Madrid de
ciudad y autonómico), y una dirección a nivel de cada territorio, elegida mediante
primarias, sin propuesta ni presión por ningún lado; y por último, demostrar
desde las Cortes que hay un nuevo Podemos, que apoyará y exigirá al PSOE según aconsejen
sus bases y la política, y que ejercerá de garante del rumbo de mejoras
sociales, desde una oposición responsable. Lo demás, lo dirá el tiempo.
Ah!, lo de entrar al
gobierno con el PSOE, tiene dos caras. Una, de mayor visualización de Podemos,
pero que dependerá de cuantos ministerios y de cuales carteras (previsiblemente
una o dos) le de el PSOE a Podemos; y por otro lado, el formar parte del
gobierno compromete y pone palos en las ruedas a Podemos en la oposición constructiva
al PSOE. Al final de esta legislatura, en un gobierno de coalición los méritos se
los llevaría el PSOE, si hay buena gestión; pero si no los hay, Podemos se
hundiría irremediablemente.
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