Los gobiernos norteamericanos siempre han sido unos arrogantes y descarados conquistadores en
nombre de la libertad, de acción para ellos, no para los demás; y a
pesar de los cambios geopolíticos, siguen siendo hasta hoy, el último gran imperio.
Después de la independencia de las Trece colonias del yugo británico,
celebrada por muchos progresistas de aquella época, y coronada con la estatua
de la libertad donada por Francia; el gobierno resultante y continuista de
esa nueva nación ha considerado a todo el mundo como esfera de influencia,
y a otros, como territorios propios, como lo fue la conquista del Oeste, a
fuerza de coles y winchester, y la ocupación de la mitad del territorio
mexicano de entonces. América Latina se convirtió en el mercado natural de su
pujante capitalismo, por virgen y cercanía geográfica, pero también en el
receptor por influencia o imposición, de sus patrones de conducta y hábitos, y
un espacio de gobiernos lacayunos hasta hoy, con excepciones muy dignas en
diferentes momentos.
Su
intervención en la guerra cubano-española, y sus imposiciones al débil gobierno
de España, le dio a Cuba, a Puerto Rico y a Filipinas; pero más que eso, los
estimuló y les abrió el apetito para nuevas conquistas y ocupaciones, a sucesivas
políticas expansionistas. El hecho de que ninguna de las dos (2) grandes Guerras
mundiales, fueran en sus territorios, le permitió salir económica y
militarmente muy fortalecida, y posicionada a nivel global. Impuso su presencia
militar y reglas en las zonas de conflictos; al dólar en Bretton-Wood, como
moneda de cambio universal; y con el "financiamiento" del Plan
Marshall en Europa, estimuló su industria, sus exportaciones y finanzas; pero también
su funesta influencia sobre Europa occidental, con la guinda del pastel: la
OTAN. También pudo imponer su presencia y dominio sobre las instituciones y
organizaciones internacionales, que ha estado ejerciendo hasta hoy, como quien
dice. Con el pretexto de la amenaza comunista, sembró el planeta de bases
militares, y a sus mares y océanos de super Flotas de guerra; y su complejo
militar-industrial, motor de la economía norteamericana, junto con el sector
petrolero, ha puesto en el punto de mira a muchos países tercer mundistas,
cuyos gobiernos finalmente han sido derrocados por los más diversas y disimiles
vías.
Con el
gobierno de Obama nada cambió mucho, pero este si cuidó su lenguaje dentro y
fuera de EEUU; y a nivel internacional inicio el enfriamiento del Bloqueo a
Cuba, firmó el tratado de contención de armas nucleares con Irán, etc. Hoy,
este señor, presidente legítimo de EEUU, sin dudas, con una cadena de actos de impotencia
desenfrenada, y nostálgicos de épocas pasadas, se enfrenta públicamente a
aliados y adversarios; se retira de tratados internacionales como el Acuerdo de
París sobre cambio climático; arremete contra instituciones sacrosantas internacionales
por su significado humano, como son la OMS y la Corte Penal Internacional de la
Haya. Contra la primera, como chivo expiatorio, por el alto costo humano,
social y económico, resultado directo de la subestimación de la pandemia; la
segunda, porque han “osado” investigar presuntos crímenes de guerra del imperio,
de sus tropas, en Afganistán. Nada, que son intocables porque se consideran los dueños del mundo, con impunidad absoluta. El Emperador universal, quiere y pretende
seguir dirigiendo el mundo, con el garrote para todos, y la zanahoria para
EEUU y sus electores: “América first and only América first”
No voy a
hablar de la política interna de Trump, porque esos problemas tienen que
analizarlo y valorarlos ellos, sus ciudadanos y electorado. Y mucho menos voy a
vaticinar nada, porque clarividente no soy, pero no resulta difícil imaginar
la caída inminente del imperio, si no hay cambio de presidente y de política
para las ya próximas elecciones
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