Entiendo y me solidarizo con la preocupación y dolor de buenos católicos, ante el cuestionamiento público
y global a su iglesia, a raíz del escándalo promovido por la
ignominiosa y asquerosa actitud de sacerdotes pederastas norteamericanos
durante años. Pero tendrán que comprender la indignación general, cuando se ha profanado lo más puro y
sagrado que hay sobre la faz de la tierra: la niñez; cuando sacerdotes
pederastas han destrozado la vida de niños, que crecieron con esa vergüenza y
sentido de culpabilidad inducido. Dicen los psicólogos, y respetando la
libertad de sexo y de orientación sexual en condiciones normales, que el varón
difícilmente se recupera del trauma de la violación, marcando su conducta para
toda la vida (a la inmensa mayoría). He leído atentamente la carta de un sacerdote, que me enviaron, donde defiende la consagración y obra de muchos sacerdotes, y misioneros, sobre todo en el tercer
mundo; y expresa su malestar por el exceso de publicitación de estos hechos, o al menos
por su tratamiento unilateral. Me pongo en su piel, y aunque pudiera compartir en parte su preocupación; no creo que este último escándalo en EEUU, sea un hecho tan aislado.
Se han dado, o al menos
publicitado, casos connotados de abusos sexuales de sacerdotes en Irlanda,
Chile, Australia y España, que recuerde ahora. Mi opinión muy personal, es que
no se han conocido más casos con anterioridad, por el secretismo con que la
iglesia católica históricamente ha manejado estos temas; por la coacción y
amenazas de los sacerdotes pederastas o cómplices, sobre esas criaturas
católicas; por el miedo a confesar y no ser escuchados, por el miedo a ser
acusados de mentirosos y blasfemos, y a ser estigmatizados por la sociedad.
Honestamente, creo que casos como estos se han dado desde los mismos orígenes
de la iglesia, desde el inicio del sacerdocio y del enclaustramiento. Hoy, la
prensa sobrepasa el marco de la exclusividad de la clase dominante; existen las
redes sociales, mayor inmediatez y globalización de la información; hay más
presión social; la gente tiene menos prejuicio, menos miedo a confesar lo
sucedido, pues ya la sociedad en su conjunto condena estos hechos públicamente,
y acepta la homosexualidad condicionada o no. También hay que decir, que
algunos se han sentido motivados a confesar, gracias al oído receptivo del Papa
Francisco, que condena y castiga a los sacerdotes pederastas.
La publicitación de este
escándalo pudiera ser exagerado o ser percibirlo así, pero responde, como en la
mayoría de las cosas que suceden hoy, a las reglas aceptadas por la noticia,
nos guste o no: la inmediatez, el sensacionalismo y la falta de análisis
integral y maduro. Sólo medidas ejemplares por la Iglesia, la condena y perdón
por el Vaticano, y el tiempo, podrán relegar noticias como estas a un segundo,
tercer plano, pero no resolverán el problema; ni tampoco se olvidará, porque es
demasiado fuerte, que no pocos sacerdotes, “representantes” terrenales de
dios, hayan practicado tamaña barbaridad y aberración
Fiel, a mi espíritu de buscar
las causas de los problemas, me voy más allá en mi análisis. Para mí, la
verdadera causa de estas aberraciones sexuales y doble moral de muchos
sacerdotes, la veo en el sacrosanto celibato. Supongo, que la fundamentación y
mantención del celibato, responde al supuesto de que permitir que el
sacerdote tenga familia, conllevaría a que a la larga anteponga su familia a la
familia feligresa, anteponga sus intereses personales a los de la
iglesia; y no sea identificado como líder espiritual, sustentado en su entrega
total a Cristo. Pero creo, que esto va contra natura, y nada contra natura
puede generalizarse, ni mantenerse. Las iglesias protestantes rompieron con ese
dogma, y crecen. Hoy en España, hay un cura para 4-7 iglesias, con misas
esporádicas; no hay relevo sacerdotal. No niego, que hubo y hay muchos
sacerdotes y monjas entregados a dios; que han renunciado de corazón y obra a
los placeres mundanos, al sexo; pero también sé que eso exige mucho sacrificio
y entrega, y la carne es débil. También sé, que mientras la iglesia católica
tuvo mucho poder, y el estado era confesional, en muchos países, el sacerdocio
también fue asociado a poder y bienestar, más que a vocación espiritual. El
sacerdocio, junto al militar, llegó a ser la carrera más codiciada por las
familias españolas para sus hijos. O sea, que en muchos casos faltó vocación
sacerdotal; y hubo coacción familiar y motivación material. A manera de anécdotas puedo ilustrar, que aquí en España es usual hablar de cementerios de hijos de monjas en los
patios de los antiguos monasterios; es común escuchar en los pueblos y aldeas, sobre hijos “ilegítimos” de
sacerdotes, incluso conocer a algunos; y es común escuchar sobre relaciones
sentimentales de sacerdotes con alguna que otra miembro de su parroquia. ¿Qué
no son todos los pederastas, ni los que practican la doble moral, ni siquiera la mayoría? Vale; ¿Qué en unos países se han dado
y se dan estos hechos, más que en otros? Vale; pero este desagradable hecho que saltó en EEUU, es sólo la punta del iceberg
Creo, que este es el tema muy álgido, que la iglesia católica deberá enfrentar con sabiduría y decisión, porque en ello va su
futuro. Tendrá que buscar una salida duradera y viable a esta problemática, levantando el celibato;
porque no sólo minimizaría los casos de pederastia, sino que también aseguraría
la continuidad de la iglesia, del sacerdocio, y los haría más humanos y
cercanos a sus feligreses. Ahí está el verdadero sacrificio, no en el enclaustramiento, ni en la abstinencia sexual obligada,
que aunque no deja de ser meritorio, resulta fácil cuando se renuncia a lo que no se conoce y
no se ha vivido. El reto está en conocer y experimentar los retos de una vida
común, vivir como los demás, y sobreponerse a las tentaciones materiales y
mezquindades humanas. Entonces, si habría un líder espiritual concreto, cercano
y no abstracto; un líder espiritual no por estar envuelto en un hábito, ni por
su capacidad de absolver pecados en nombre de Cristo, con lo que no estoy de
acuerdo porque lo mistifica, y lo empodera sobre el bien y el mal.
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