El progreso tecnológico continúa a pasos agigantados, pero muy distante va
la legislación, por falta de visión de los gobiernos o “confabulación” neo o
liberal. Se humaniza el trabajo, al costo de la reducción de empleo; se
incrementa la productividad del trabajo y la calidad, al costo de la reducción
de los ingresos a la seguridad social; se incrementan “brutalmente” los
ingresos de las empresas con alta automatización y robotización, pero no
tributan en proporción al fisco, al presupuesto estatal; que languidece, y que
es el garante de los servicios sociales que hoy disfrutamos, de las pensiones y
ayudas; de la I+D+I; de las políticas de creación de empleo, etc.
Previsiblemente, altas tasas de desempleo serán algo crónico en nuestras
sociedades, con tendencias alcistas. El estado occidental no podrá asumir la
reubicación laboral, ni la creación de los empleos necesarios. La masa salarial
a nivel social caerá, pero también por la precariedad salarial que presupone la
existencia de ese gran ejército de desempleados, que bajará su precio de
mercado. Con ello bajará la demanda; de modo que la “tabla de salvación”, la
esfera de los servicios, tampoco crecerá lo suficiente, ni podrá asimilar esa
fuerza “disponible”. ¿Pero surgirán otras empresas, otras producciones, otras
necesidades por cubrir? sí; pero ya nunca en la proporción que marcarán las
tecnológicas, las automatizadas y robotizadas; y la brecha seguirá creciendo,
aunque le den más vida a las empresas outsiders y a autónomos en su
encadenamiento productivo, para la producción de piezas, detalles, etc., que le
serían muy costoso automatizarlos.
No se puede negar el desarrollo, pero si se puede, y debemos, escoger el
tipo de desarrollo que queremos; y exigir su compatibilidad con el progreso
social y con el medio. Habrá que definir bien, a dónde queremos llegar como
sociedad, y aplicar políticas de incentivo, de exención, y de bonificaciones,
para los cumplidores de las normativas de desarrollo sostenible y social; de
impuestos progresivos sobre las ganancias, y de fuertes multas para los
incumplidores; de establecimiento de porcentajes o cuotas de trabajadores por volumen
de ingresos, o de % de producción automatizada, etc. Siempre habrá un pero para
los poderosos, para las asociaciones al servicio del capital, gobiernos
lacayunos o simplemente incrédulos. Esa es la palabra mágica para muchos, y la
más difícil para otros, porque en cualquiera de los casos representa un cambio
de discurso.
En algún momento, tendremos que escoger entre el yo y la
supervivencia de la humanidad; entre el yo y el progreso social, no sólo
económico o ganancial; y entre el yo y la estabilidad social. Ojalá que mañana,
no sea demasiado tarde
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