ANTECEDENTES Y CARACTER DE LA REFORMA
Conservar la soberanía nacional, y mantener la práctica de la justicia social, en un país con las características internas y externas de Cuba; sin la ayuda ya de la Unión soviética y de los países socialistas de Europa; sin una experiencia mundial, consolidada, en la construcción del socialismo, ha sido un verdadero reto y proeza política, sobre todo para la mayoría de pueblo residente permanente que, por fe y confianza, o por falta de otras opciones, ha seguido y sigue allá, con la esperanza de que algún día se saldrá de las carencias y limitaciones materiales, con la dignidad nacional no mancillada.
Yo era uno de ellos, incluso me consideraba de los imprescindibles, a los que aludía Bertolt Brecht. Un día, me salió el cansancio (anécdotas al margen); no veía la luz al final del túnel; y terminé cruzando el Atlántico con la familia, sobre todo, porque ya no tenia juventud, y deseaba ver cómo funcionaba la otra parte del mundo, antes de irme de él.
Después de una vida con carencias en Cuba, sobre todo después del 1991-92; el pasar a vivir en un país desarrollado (España), o en la primera potencia del mundo (EEUU), donde hasta con un trabajo (o pluri trabajo para muchos) en profesiones llamadas de poco prestigio, y que nada tienen que ver con lo que estudiaste o lo que ejerciste en Cuba, puedes obtener crédito hasta para una hipoteca o para un coche nuevo; el cambio material fue deslumbrante. Esto ha llevado, a no pocos, a comparar y sacar conclusiones a ultranza; a defenestrar hasta lo bueno de su país de origen, y a buscar y fustigar culpables. Para muchos, solo importa que, dejaron atrás las carencias materiales; y no aceptan ni admiten otra explicación que, no sea, el “tiempo transcurrido o perdido”; y el argumento de que “nadie, nadie, tiene derecho a equivocarse” Lo entiendo perfectamente, pues hay una sola vida; pero tampoco es en blanco y negro.
En Cuba y fuera de Cuba, la Reforma económica anunciada a partir del 1ro de enero próximo, ha generado diversas expectativas. Personalmente, me alejo de los que, desde la especulación, imaginan una “Cuba Nostálgica”, abstrayéndose de la Cuba profunda y mayoritaria, existente antes de la revolución; y sobre todo de los anexionistas y entreguistas. Trataré de ser objetivo y no dejarme engañar y manipular por la depresión del inmigrante, por frustración o añoranza; e ignoraré, todo lo que pudiera acercarme al odio, la crispación y la intolerancia entre cubanos, en las redes sociales (nunca he podido odiar, incluso a los que pretendieron hacerme daño). Tampoco caeré en la tentación y facilismo, de criticar la Reforma anunciada, desde países, y sociedades con modelos y economías muy diferentes; de extrapolar contextos y particularidades totalmente diferentes. En cualquier caso, reconozco y respeto el derecho de todos los cubanos residentes y no residentes, a opinar y ser escuchados.
Soy un tipo positivo y proactivo; y siempre miro hacia delante. El vivir anclado en el pasado, te bloquea el pensamiento y te envenena el alma, cuando no resultó como quisiste o pensaste. Como muchos, tuve y tengo criterios propios; pero desde el presente, y sin detentar responsabilidades gubernamentales y partidistas, siempre es más fácil evaluar el pasado, y juzgar a sus decisores; y más sin tener en cuenta el difícil escenario o entorno internacional, que ha tenido Cuba desde el mismo 1959. Tal vez yo, en su lugar, y bajo las mismas circunstancias, hubiese actuado de diferente manera, o tal vez no. Ya no tiene importancia. Nunca he dejado de querer a mi país. He admirado y defendido su dignidad; su defensa de la soberanía nacional, su solidaridad internacional; y su coherencia y voluntad en política social. Incluso, en épocas difíciles de serias limitaciones materiales y de recursos, se ha mantenido fiel a su política de orientación y protección social; aunque no dejo de reconocer que, por diferentes circunstancias, se han cronizado las carencias materiales, sobre todo desde la desaparición de la URSS.
No puedo evitar el pensar que, hubo oportunidades y momentos que se perdieron, y que hubiesen permitido a la sociedad cubana, llegar a este momento en mejores condiciones materiales y económicas. Nunca antes, la dirección del país había encontrado el momento idóneo para una reforma a profundidad; ni siquiera cuando desapareció el campo socialista en Europa y se nos oscureció todo; ni cuando se renegoció, en condiciones muy ventajosas, la deuda externa con Rusia y el resto del club de París; ni cuando el modelo chino y vietnamita, ya mostraba su buena salud económica, al margen de determinadas concesiones en lo social, que no había porque hacer. Con relación a esto último, solo comentaré que, al margen de diferencias muy ciertas, en tradiciones e idiosincrasia, entre nuestros pueblos y latitudes; del atractivo tamaño del mercado chino (+1300 millones de hab.) para la inversión extranjera; y de la política exterior diferenciada de EEUU hacia ellos, respecto a la seguida con Cuba, creo que el modelo chino y vietnamita, resultaba muy “sacrílego”, lejano, y “cosa de chinos”. Dicho esto, no deja de ser cierto que se adoptaron algunas medidas, pero muy distanciadas y aisladas en el tiempo y en el espacio; que adolecían de carácter sistémico, de creatividad y flexibilidad. Fueron cual paliativos y parches, a contracorriente; bajo presión y no por convicción; cuando la economía pedía y exigía cambios profundos en el modelo.
No obstante, me reafirmo, en la funesta y determinante influencia del BLOQUEO ECONÓMICO, COMERCIAL Y FINANCIERO de EEUU, sobre el destino de todos los cubanos, y en todos los sentidos.; porque no sólo ha gravitado y gravita sobre la economía, y las condiciones de vida de su población residente, sino también sobre las mentes y las decisiones de la dirección del país. Soy politólogo de formación. Desde mi experiencia y vivencias, mis pocos o muchos conocimientos de economía y de historia económica, y desde la seriedad que exige el hablar sobre el presente y el futuro del pueblo cubano, me referiré, sin dobleces, a la Reforma económica que entrará en vigor, a partir del 2021. A esta altura de la vida, me preocupa más mi honestidad y sinceridad que, el “Dorado” de querer quedar bien con todos. Sigo, y seguiré siempre, “tomando partido”, y respetando el derecho de los demás a hacer lo mismo.
Apuesto por el paquete de Reformas o grupo de medidas de reordenamiento y estímulo a la economía, anunciados por la dirección actual del país. La vida es más rica que cualquier teoría; y en economía y política, 2+2 no son 4; pero por primera vez, me permito imaginar la luz después de este largo túnel; y trataré de explicarme concisamente.
Primero: El 1ro de enero del 2021, será un punto de inflexión para Cuba, los cubanos y el socialismo en Cuba. Entrará en vigor, a nivel integral y de toda la sociedad, un Paquete de reformas económicas que, sin apartarse del socialismo, y su apego a la justicia social, si rompen con dogmas y paradigmas asociados al modelo soviético y tradicional que, llegado un momento, han actuado como freno y desincentivación al incremento de la productividad, la eficiencia y el desarrollo del país. Se pretende con ello, sanear y recomponer las bases económicas, y eliminar políticas-trabas que, han tenido contenida y atenazadas las Fuerzas productivas, y subutilizado el gran capital humano creado por la revolución. Se abre y flexibiliza el modelo, y con ello, se crean las condiciones permanentes para su constante perfeccionamiento, con respaldo constitucional, y dentro de ella; visto como proceso, y no en su inmediatez; porque las reformas siempre necesitan de sus tiempos. Desde mis conocimientos del modelo soviético, y mis vivencias comparativas in situ, en la ex URSS y en Cuba, me referiré a, las principales diferencias que aporta la Reforma. Se pretende:
- Asegurar la coexistencia, en igualdad de condiciones de gestión, de la propiedad pública o estatal, de la privada (autónomos, micro, pequeñas y medianas empresas, mixta), y cooperativa. Ya no son acciones aisladas y limitadas a autónomos, capital mixto y cooperativas; no, se crean nuevas formas de gestión, de interacción, cooperación y flexibilidad entre ellas, y a nivel social
- Despojar a la planificación central, de su carácter rígido, abarcador extremo y paternalista, que acomoda y genera dependiente, mata la iniciativa, la participación y el incentivo empresarial. Es un gran paso porque, la planificación central, como instrumento de diagnóstico, guía para el desarrollo del país, y contrapeso para asegurar los servicios públicos, el consumo básico-estratégico productivo y no productivo, las grandes inversiones, la investigación, la defensa; nunca el modelo socialista renunciara a él, aunque poco a poco, pierda contenidos concretos. Lo que fue un freno, por su interpretación y uso, sería ahora una fortaleza. Sigue representando, pero en un nuevo marco de relaciones y facultades empresariales y de ámbito territorial, el aseguramiento de los intereses empresariales- sociales y de país. En paralelo, las empresas y gobiernos locales, adquieren mayor independencia y facultades, pero asumen mayor responsabilidad
- Recuperar y reforzar el papel del trabajo y el salario, como principal fuente de ingreso y de estímulo al trabajador, que se había perdido
- Eliminar, gradualmente, las gratuidades indebidas, y subsidios y subvenciones a producciones y empresas. Las producciones estratégicas no rentables, tendrán que ser rentables en el tiempo. La protección social a grupos, familias y personas vulnerables, se separa definitivamente de la eficiencia empresarial; y para a ser subsidiado directamente por la seguridad social
- Flexibilizar y estimular la inversión y presencia extranjera en la economía del país, y en proyectos internacionales, por todas las vías y modalidades posibles
- Romper con el modelo extensivo de producción, y el apego a la maximización de la vieja tecnología o ya ineficiente
- Asegurar y desarrollar la demanda interna, a partir del desarrollo de las producciones nacionales; y viceversa.
- Incentivar el desarrollo de las investigaciones y su encadenamiento con las empresas de producción nacional; y minimizar los tiempos entre los resultados investigativos y su aplicación a la producción y los servicios.
Las sociedades son entidades vivas, dinámicas, cambiantes. El capitalismo, donde la competencia actúa y condiciona el desarrollo y redistribución de las fuerzas productivas, y de las ganancias, también se ha visto obligado a aplicar políticas intervencionistas y activas, sobre todo durante las grandes crisis económicas; pero en general, la economía tiende a reajustarse sola, sin importar el coste social. El socialismo histórico, conocido, por inexperiencia y/o defecto en su diseño original, ha carecido de los mecanismos de retroalimentación, y de bases jurídico-políticas y económicas flexibles, que permitieran a tiempo detectar las infuncionabilidades y distorsiones; y poder corregir y actualizar el modelo sin dogmatismo. Todo lo que hoy funciona bien, puede que mañana no. El modelo y la teoría, eran muy rígidos; y la interiorización de la necesidad de cambios y su rectificación consciente en el socialismo, duraba años; entre otras cosas por el temor a perder el control de los cambios, y de un viraje hacia el capitalismo; ante un entorno agresivo, muy influyente y subversivo. Esto también es cierto, aunque algunos se empeñen en ver a Cuba, como un país muy rico en recursos, y en un entorno internacional ideal y neutral
Encontrar el equilibrio entre productividad-eficiencia-desarrollo, y justicia social; y preservar el rol del partido y el poder del estado, representativo de la mayoría constitucional, y desde una mayor transparencia, retroalimentación, y participación real de las masas en la toma de las grandes decisiones, será siempre, reto y verdadera garantía de la continuidad de la Revolución cubana. Pero para Cuba es algo más. Conservar y desarrollar con éxito el socialismo, es condición inequívoca para la preservación de su soberanía nacional.
Segundo: Esta Reforma, tiene un carácter inmediato e imprescindible, y no tiene pinta de improvisación. Desde hace un buen tiempo, esta reforma se viene estudiando, conformando y anunciando, pero la decisión de acometerla ahora, en medio de las condiciones económicas más difíciles y extraordinarias de Cuba, (después de la caída de la URSS), motivadas por el recrudecimiento del bloqueo norteamericano en época de Trump, y los efectos de la pandemia sobre el sector productivo y de servicios, sus rublos exportables y la entrada de MLC; y dentro de un contexto histórico-social, marcado por el cambio generacional y mental de la sociedad, denota que responde a una imperiosa necesidad, concientizada e interiorizada por la dirección del país.
Se ha cruzado el Rubicón, y se está abocado al éxito porque otra salida no hay. El socialismo en Cuba, la preservación de su soberanía, de las conquistas sociales; y de la estabilidad social y política, se han puesto, todos, en el asador. El momento escogido para la Reforma, pudiera parecernos un disparate; pero así funciona la humanidad, la sociedad y nosotros mismos. Sólo las crisis, nos obligan a grandes cambios, y a la adopción de grandes decisiones. Se ha tenido mucho, mucho tiempo, para pensar en el reordenamiento y reforma socio económica de la sociedad. La lentitud que hubo hasta aquí, puede ser su fortaleza.
Tercero: La Reforma económica, es garantista para nacionales y para inversionistas extranjeros. Ofrece seguridad jurídica, en el espacio y tiempo, por su carácter constitucional, y seguridad política por su consenso socio-político. Este paso público, transparente e inteligente; esta nueva forma de ver, pensar y reconstruir la sociedad socialista cubana, ya había sentado sus bases legales, en la nueva constitución aprobada recientemente (2019) por el 86.8% de la población residente, y donde no sólo se blindaron derechos sociales, sino también, las diferentes formas de gestión estatal y no estatales, incluida la inversión extranjera. Estas han encontrado su desarrollo legal, su instrumentación concreta, a través de leyes, decretos leyes y resoluciones (algunas aún en proceso de aprobación por la Asamblea nacional); con el hándicap de que tienen que saber interpretar el espíritu de la constitución, del que a veces nos alejamos por miedo o no oportuna actualización. No me cabe dudas, sobre la garantía que ofrece una Reforma económica, que goza de respaldo constitucional y jurídico; y del consenso político y social, expresado en la coherencia y compatibilidad de la dirección máxima del partido, el gobierno, y la sociedad civil; y la comprensión y apoyo de la inmensa mayoría de la población residente. Para la conformación del paquete de reformas; se ha consultado a empresarios, académicos, economistas y políticos; se han escuchados los criterios y opiniones de la población; y tenido en cuenta las experiencias extranjeras y sugerencias, etc.
Desde antes de las primeras suposiciones o exteriorizaciones, sobre el contenido posible de las Reformas, ya había algunos, con buena o mala fe (oportunistas, entusiastas o convencidos), para los que las privatizaciones, la limitación, el establecimiento del pluripartidismo, y la limitación al máximo de papel de estado, eran y son la única solución para Cuba. Es decir, renunciar a la justicia social, y abrir las puertas al capitalismo, a la “panacea” para todos los países y personas, y entregar la soberanía nacional. El capitalismo es desigual por naturaleza, por dentro y por fuera. Hay ejemplos positivos, sobre todo europeos, de desarrollo y de acercamiento a ciertos niveles de justicia social; pero hay otros, sobre todo, de países pequeños, que han sido la “puta” del momento para el capital, para EEUU, que le ha dejado una economía deformada, dependiente y amordazada, con mucha desigualdad territorial, y en lo social.
En consenso social, lo da otro gran grupo, la mayoría de la población residente, que, aunque preguntaban y preguntan, cuestionan y sugieren, lo hacen desde su amor patrio, respaldo a la revolución, y/o su preocupación por su bienestar. Eso es normal que suceda, pues nuestro mundo es muy diverso; y exige ser más proactivo e inclusivo. Y esa diversidad de intereses, sólo puede encontrar encaje, bajo la mirada y observancia de la constitución, aprobada por la mayoría; si no, la sociedad fuese un caos; y no solo en Cuba, no, también en cualquier lugar. Es lógico que, mucha, mucha gente, no pueda dejar de angustiarse, ante la incertidumbre que siempre generan los cambios a gran escala; y la desconfianza que genera tantos años sin perspectivas económicas
Al mismo tiempo, nuestra época se caracteriza por un mayor acceso a la información y una mayor exigencia de la población, en su participación en la toma de decisiones. Bendita sea la sociedad moderna, por haber generado este acicate (sin dejar de ser objeto de manipulación) que, además de exigencia y fiscalización popular, aporta nuevas ideas, sugerencias desde la base, y envía constante alerta social. No todo es malo. El debate, ayuda al esclarecimiento, aunque inevitablemente posiciona, pero así es el mundo, y no hay que cogerle miedo. La propia Reforma al modelo económico, demuestra que hay que cambiar el estilo, para evitar el inmovilismo, que tanto daño ha hecho. Nadie posee la verdad absoluta, y menos en la construcción de una sociedad socialista, donde aún se está experimentando. Mientras más participen, y exijan, menos equivocaciones habrá. Hay que renunciar a la imposición y pretensión de la unanimidad, que no existen ni en la familia; convencer y no aplastar; persuadir y no imponer; explicar una y otra vez; dar y encontrar argumentos, y siempre dentro de la legalidad. Hay que minimizar el margen de interpretaciones personales, burocráticas y de algunos dirigentes, sobre todo de la base e intermedios, a las interpelaciones. Hasta hoy, las autoridades, se han empleado a fondo, a través de comparecencias diarias en TV, radio, y entrevistas y declaraciones en la prensa escrita y digital, de ministros y funcionarios de alto nivel; en la publicación de las leyes, normas y medidas en cuestión. Ha sido, junto al proceso de discusión del proyecto de constitución, un amplio ejercicio de información, transparencia, esclarecimiento, retroalimentación y cambios, que denota la voluntad de las autoridades para buscar y ampliar el consenso social. Ojalá nos hubiese acompañado siempre
Continua en Segunda parte
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