INTRODUCCION
Me niego a aceptar que esta primera vuelta
electoral fue una pérdida de tiempo y un fracaso. Una segunda vuelta siempre
fue previsible, por la dispersión del voto y la falta de cultura de diálogo y
negociación existente en España, lastrada por tantos años de bipartidismo. Al
mismo tiempo, ir a una segunda vuelta no es una anomalía democrática, por el
contrario, es muestra de salud democrática, de pluralismo electoral, y ausencia
de totalitarismo partidista o bipartidista. Forma parte de una democracia
parlamentaria, es algo usual en la Europa occidental de hoy en día, está
contemplada en la constitución, y tiene toda la legitimidad del mundo.
Todos hemos “aprendido”. Los partidos mostraron
la mayoría de sus cartas. Hay más luz en medio de la oscuridad y la confusión;
y para bien o para mal habrá más votos conscientes que emocionales para esta
segunda vuelta, porque ya sabemos lo que realmente pretende cada cual. Hay
partidos, que incluso se podrían estar jugando su propia existencia y/o
representatividad ante su electorado histórico
No obstante, coincido con los que planteaban y exigían
una reducción drástica de los gastos electorales para esta segunda vuelta,
porque en realidad la campaña electoral ha sido y es una sola desde su
mismo inicio hasta la fecha. Todos los partidos políticos, sin excepción,
dieron por hecho de que no llegarían a acuerdos de gobierno y/o legislatura, y
han mantenido su estrategia preelectoral de la descalificación, del “y tú más”;
y de la defensa a ultranza e irresponsable de sus intereses políticos por
encima de los de la nación. No ha importado el sufrimiento y el desgaste de los
electores más vulnerables a los efectos de la crisis, sólo ha importado su
aferramiento al guion y sus intereses
Hoy todos se culpan unos a otros de no haber
llegado a acuerdos; interpretando los resultados a su conveniencia, o
manipulándolos, como si hubiésemos estado ausentes a estos 4 intensos meses de
desgobierno y politiquería, teatro e irresponsabilidad.
PRIMERA PARTE
Empecemos por el PP. El Partido Popular,
es un partido que en la presente legislatura incumplió su programa electoral,
que ha estado salpicado o involucrado en constantes escándalos de corrupción, y
que ha ejercido el poder impositivamente, con arrogancia y prepotencia, avalado
por su mayoría absoluta en ambas cámaras. Nada más parecido a una dictadura,
aunque dentro del marco legal de una democracia occidental.
Como era de esperar, nada de disculpas por tanto
sufrimiento e indefensión de una parte importante de la población, como
resultado de sus recortes, austeridad e insensibilidad. Ningún reconocimiento,
ni siquiera de soslayo, de la necesidad de revalorizar algunas políticas o
colegiarlas al menos.
Fiel a su espíritu manipulador, como lo hizo en
la campaña electoral de la anterior legislatura, ahora se ha aferrado a decir,
en contra de lo establecido por la actual ley electoral, de que quien debía
gobernar era la lista más votada. En una democracia parlamentaria, gobierna no
la lista más votada sino el o los que alcanzan más votos en el Parlamento. Sin
embargo, cuando el PP pudo intentar formar gobierno, renunció a ello, dando por
sentado de que no tendría apoyo. Efectivamente, los electores han dividido sus votos
en 4 grandes partidos. Si hubiesen querido PP, hubiesen votado PP. Votaron por
un gobierno alternativo. ¿Qué es lo que no se entiende?
Existe consenso, incluso entre economistas de
diferentes tendencias, de que la crisis es mundial y cíclica, al margen de
color del partido que estaba y está en el gobierno. En este sentido no se puede
culpar al PSOE, ni al PP. En España sus efectos han sido más que severos, sobre
todo, por los problemas estructurales de su economía (que en esto si hay
responsabilidad compartida PP-PSOE, por el modelo de desarrollo escogido), y
también por el desparpajo de las Cajas de ahorro, por la corrupción, y la falta
de control y exigencia sobre las inversiones públicas, etc. Había que tomar
medidas, y en eso la mayoría coincidimos. Pero hay medidas y medidas
Había que recortar gastos superfluos y no
productivos, pero no en salud, educación, y atención a la dependencia de
cualquier tipo. Había que sanear las finanzas para evitar un mayor caos, pero
no a costa de los contribuyentes y mucho menos sin garantía de recuperación del
rescate a los bancos. Había que elevar la eficiencia y la productividad, pero
no precarizando el empleo, facilitando el despido, desahuciando a las familias
de sus casas por impago, y permitiendo que se les cortara la electricidad a
familias sin ingresos. Había que invertir en la economía y en I+D+I, y no sólo
no se hizo, sino que también se redujo drásticamente la asignación
presupuestaria. Como buen partido de derecha, aplicó ajustes a los que deberían
mantener la demanda interna del país, y a lo que podría incentivar su
desarrollo, y no a los más favorecidos hoy por el sistema.
Hoy, su programa electoral, es lo mismo con lo
mismo, al igual que su teoría del miedo y del caos para España, si ellos no
llegan a gobernar. Fiel a su intransigencia ideológica y prepotencia, en estos
4 meses el PP no hizo la más mínima concesión ni propuesta para lograr
acuerdos. Su política de recortes y austeridad sobre los que menos tienen, era
y sigue siendo para ellos, junto a la restricción de libertades, la piedra
angular de sus “reformas” y la única salida posible para España.
Su teoría del miedo, es y sigue siendo la amenaza
del radicalismo, los populismos, del comunismo, y de un gobierno chavista.
Desde la aparición de Podemos, ha convertido a Venezuela en un problema
doméstico de España, en una provincia o una comunidad más. Venezuela está más
presente en la campaña electoral y en los medios españoles de difusión, que los
problemas que internamente tienen y deben resolver los españoles, que no son
pocos. Para ellos, atacar a Venezuela es atacar a Podemos.
Otra cara de su política del miedo, en versión
europea, es mostrar el castigo de la UE a Grecia, como ejemplo de lo que le
sucedería a España si llega un gobierno de izquierdas al poder. No deja de ser
cierto, que la entrada de España a la UE ha limitado la soberanía nacional y el
horizonte de acción de cualquier estado miembro. La UE, liderada por Alemania,
abanderada de las políticas de austeridad, hará todo lo posible para impedir
que haya una oveja descarriada.
España es la cuarta economía de la Unión, y
ninguno de los grandes partidos en la contienda electoral se plantea la salida
de la Unión, sino la renegociación en última instancia, de la deuda y los
plazos para superar el déficit. ¿A que hay que temer entonces? Sólo al miedo a
perder el poder, traducido en arrogancia, prepotencia y mentiras y más
mentiras.
Son unos expertos manipuladores de las emociones
y de la lógica incertidumbre que genera cada nuevo gobierno. La ausencia de un
programa electoral convincente y atractivo para la mayoría de la ciudadanía, es
sustituida por la teoría de Cuco. Su única promesa electoral es “voten por mí,
sino les irá peor”, no pregunten como. Pero me pregunto ¿y las cosas pueden ir
a peor aún, para los que no tienen trabajo, o trabajan horitas, a un salario
precario y “pecaminoso, y pueden ser despedidos en cualquier momento sin
garantías? ¿La sociedad, su población más vulnerable, puede asimilar más
recortes y austeridad? Honestamente, no creo que ni ellos se lo crean. A ellos
si hay que tenerles miedo, y más con la amenaza de sanción de
la UE, si España no atiende las medidas que le impondrá la Comisión para reducir el
déficit. A cambio de comprometerse a cumplir esas rigurosas medidas de ajuste,
la Comisión está dispuesta también a aplazar al menos un año el objetivo de
déficit.
Si hoy España crece por encima del resto de los
países europeos, sin meternos a analizar otros indicadores macro que reflejan
el alto coste de este crecimiento, no es por la acertada política de Rajoy, no,
es por los factores externos favorables, como el crecimiento constante
del turismo resultado de la redistribución de gran parte de los turistas que
recibía el medio oriente antes del inicio de la “primavera árabe”; por el bajo
precio del petróleo; por la compra de bonos y de deuda del BCE a cero o casi
cero de interés; y por el incremento de las exportaciones producto a la baja
del valor del euro respecto al dólar, y la gestión de los empresarios.
Basta de confundir y engañar, las políticas de
austeridad están estrangulando la demanda interna, y hará más largo el proceso
de salida de la crisis, con una deuda externa ya superior al PIB, con el
incumplimiento de los objetivos de déficit exigido por la UE, y la amenaza de
sanciones/multas por el no cumplimiento
El PP es un mal perdedor, que no quiere reconocer
que ha de revisar sus posiciones y programa, y auto regenerarse pero desde la
oposición. Lo único destacable del PP en esta campaña electoral ha sido su
inamovilidad de criterios y posición. Consecuentes, eh!; y en honor a la
verdad, y respetando la legitimidad y derecho de sus electores, es de esperar
que mantenga niveles parecidos de votos en esta segunda vuelta, porque su
electorado es bastante tradicional y fiel, sobre todo por su composición
demográfica y factores de carácter histórico